Las cosas que hago por amor.

¡LA ALARMA!
 Que suena tal cuál a la boc ina de un camión remolque oxidado, como un chevrolet cameo , al principio, me pareció un tono muy acorde y divertido para despertarme, ahora, ya lo quiero dar contra la pared. 
Las ocho menos veinte; duermo con dos almohadas una como las personas normales y la otra contra la pared, así me estiro y es como dormir en una suit muy cara de Punta del Este, y sí, bajo el brazo mi peluche que no lo suelto en toda la noche y no, no tengo doce, tengo veintiún años pero me vio llorar tantas veces que ya es más mi amigo que mis amigos reales. 
Esta bien, me levanto porque si no, no llego. La cara limpia, el pelo limpio que me lave antes de acostarme así no me tenia que levantar más temprano y empiezo. No es fácil acomodar esta cara para que enfrente al mundo. Corrector, base, rubor, pestañas y me saco un poco porque tampoco es que sea viernes a la noche. Enfrentar el armario es algo complicado, cómo encontrar algo como para la oficina pero lindo, que no parezca una vieja de cincuenta y abogada, y también tengo que disimular que elijo lo que me voy a poner, que sea como que agarré lo primero que encontré y todo me queda lindo, pero que algo le quede lindo a este cuerpo tan delgado... difícil. 
Un jean obscuro, una remera gris con un buen escote en V que no es para mostrar la delantera porque no tengo, pero queda lindo. 
 Son las ocho y media, teóricamente si trabajas en ciudad vieja, entras a las 9 y vivís a 10/12 cuadras te tomas el bondi a esta hora. Espero. 
 Así que salgo rápido porque si no, no llego.
 La parada me queda a una cuadra, me relajo. Llegué, nadie conocido por acá así que espero. 
 Pasa uno, pasan dos, pasan tres ómnibus para ciudad vieja. Miro a la gente subir y bajar, en su mundo, con su prisa. 
¿Alguien se habra dado cuenta que llevo acá mas de veinte minutos? No lo creo la gente va y viene todo el tiempo. Nueve menos cinco, quizás le erre en la hora, yo calculé que en esta profesión y en ese barrio las oficinas suelen abrir entre las nueve y las diez, pero soy muy mala con los calculos. Espero un poquito más. 
Y allá viene, cruzando la cebra a una cuadra, con su andar tan tranquilo, no estaba tan errada, se debe de haber dormido. Lo veo venir así que cambio mi sonrisa por una buena cara de dormida y de pocos amigos, me despeino disimuladamente como que no me arreglé y apoyo la cabeza contra la pared en la que estoy recostada, como si fuera un embole estar ahí y solo pienso en dormir. Llega, se sorprende de verme a esta hora, me saluda simpático y hace referencia a mi cara de dormida "vos no te quedas atrás, vecino" nos reímos y ¡Uff! Un bondi con destino ciudad vieja, se despide rápido y se va. Creo que solo lo vi dos minutos. 
Y bue, lo vi, así que arranco a caminar y vuelvo nuevamente al apto, me lavo bien la cara, me saco toda esta ropa y vuelvo a dormir. Es muy temprano todavía. Quizás lo cruce en la tarde.

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